La inserción de lo divino en la guerra es una característica que comparten todos los pueblos de la Antigüedad, todos ellos contaban con dioses específicos, divinidades guerreras que presidían los actos bélicos.
La base de las relaciones guerreras entre lo sagrado y lo humano parte de la necesidad de una garantía de la protección divina. Cuando los ejércitos entraban en campaña se procedía a la purificación de la tropa y de las armas, se hacían sacrificios, declaraciones, acuerdos y actos simbólicos religiosos con el objeto de afirmar su carácter oficial y atraerse el favor de los dioses que, simbolizados en los estandartes, encabezaban siempre el ejército y guiaban a las columnas. El papel de lo divino alcanzaba su punto álgido en la batalla, esta se ganaba o perdía por la voluntad de los dioses. Esta concepción le proporcionaba, además, un carácter de ordalía o juicio del cielo y justificaba el trato a los vencidos.
Para conocer la voluntad de estos dioses era fundamental la observación de presagios. Las tropas no se ponían en marcha sin la presencia de adivinos que hacían sus augurios leyendo las entrañas de las víctimas sacrificadas, observando fenómenos meteorológicos o astrológicos, el vuelo de las aves… Desde el apetito de las aves hasta el comportamiento de los portaestandartes, todas las formas de presagio tuvieron éxito en la vida militar romana, donde la integración de lo sagrado en la técnica militar fue completa.
ORÍGENES Y EVOLUCIÓN DE LA RELIGIÓN EN ROMA
El sustrato de los mitos romanos tiene un origen indoeuropeo. Lo esencial de este legado se conservó de forma historizada. Cuando los eruditos de la Repúblicaromana construyeron su historia no dejaron que se perdiera la mitología ancestral que había subsistido transmitiéndose de generación en generación. Gran parte de los relatos “históricos” romanos, como el mismo origen de la ciudad, serían sólo una adaptación de los mitos indoeuropeos e incluso del sustrato original itálico antes de su aparición. Tito Livio quiso dar al relato del nacimiento de su nación la autoridad y veracidad de la Historia, así como justificar los ritos y las costumbres por su proyección al pasado. De esta forma, los representantes de los más antigua Triada romana eran: Júpiter, cuya función principal era la soberanía mágica y jurídica; Marte, que representaba la fuerza guerrera; y, Quirino, divinidad de la fecundidad y de la prosperidad económica. Estos dioses se metamorfosearon en personajes históricos, concretamente en los tres primeros reyes romanos: Rómulo,Numa Pompilio y Tulio Hostilio.
Por otro lado, esta Triada funcional, que constituye el modelo ideal de la división de las sociedades indoeuropeas en tres clases: sacerdotes, guerreros y pastores-agricultores, sirvió para justificar la originaria jerarquía social romana, aunque pronto dislocada.
Antes de sentir el influjo etrusco o griego, la religión romana tenía infinidad de deidades. Eran dioses desdibujados, sin configuración humana, espíritus que residían en todos los lugares en que el hombre habría de actuar. Sí tenían símbolos que les representaban como la piedra a Júpiter, la lanza a Marte o el fuego a Vesta.
Los romanos concebían a sus dioses en un aspecto estrictamente funcional y por ello se veían obligados a multiplicarlos; toda cosa existente: grupo de edad, cada individuo, momento o expresión de la vida humana, cada acto social, tenía su dios tutelar. Esta concepción funcional dio lugar a uno de los rasgos más notables de la religión romana: la temprana asimilación o identificación de elementos y divinidades de los pueblos con los que entraba en contacto. Cuando la primitiva organización social dio origen al Estado, éste absorbió la administración litúrgica y estableció una religión oficial cuyos principales elementos procedían del mundo mítico etrusco y griego. Bajo dominación etrusca la arcaica Triada fue sustituida por Júpiter, Juno y Minerva. La religión etrusca también se caracteriza por una precoz asimilación de elementos itálicos y griegos produciéndose una mezcla de dioses latinos, sabinos, griegos…
Cuando se vio en peligro la existencia misma del Estado romano, a causa dela II Guerra Púnica, la religión experimentó transformaciones profundas, se apeló a todos los dioses, cualquiera que fuese su procedencia, y se introdujo a Cibeles, la primera divinidad asiática en Roma. Un impacto mayor sufrió cuando entraron en contacto con las colonias griegas de la Italia meridional, aunque el conservadurismo romano aseguraba la originalidad de su culto lo cierto es que se sumergieron en el océano de la imaginación griega. Bajo su influencia adoptaron gran parte de sus dioses y aceptaron también su jerarquía y su forma plástica ya consagrada por el arte griego. Los dioses romanos encontraron su figura correspondiente en el patrimonio religioso y artístico griego. Así Júpiter se identificó con Zeus, Marte con Ares, Minerva con Atenea, Juno con Hera, Saturnocon Cronos, Vulcano con Hefestos, Venus con Afrodita… La religión se mitificó por influencia y a semejanza de la griega. La mayor parte de las leyendas romanas fueron un calco de los mitos griegos.
El programa de Augusto para la regeneración de Roma contó con la restauración de los sentimientos religiosos y morales para el inicio de una nueva época de grandeza, una vuelta al antiguo e íntimo culto a los dioses. La reforma religiosa supuso un muro de contención para impedir la introducción de nuevos cultos o ritos. Pero Augusto fue más condescendiente en lo relativo a la divinización de Roma y de los príncipes del Imperio a partir de César con el objetivo de consagrar y canonizar su obra política y social, considerándola la obra de un dios. Sin embargo la evolución religiosa continuó con el Imperio adoptando creencias orientales que aseguraban la paz de espíritu, la felicidad y la vida eterna.
“Llega con todo ello la época de un sincretismo religioso en que subsisten en la misma ciudad los cultos más variados y en ocasiones opuestos entre sí, con lo cual el panteón romano viene a ser un inmenso museo donde se han recogido todas las piezas conocidas en todos los pueblos dominados. El genio práctico de los romanos ha querido jerarquizarlo todo, relacionar y unificar todo lo semejante. Ha encontrado muchas piezas que puede identificar de la religión romana, itálica, griega y oriental; escapando algunas difíciles de clasificar, y aún de aquellas, que han asimilado, hay tantos aditamentos que resulta difícil reducir a una unidad, como le sucede a Cicerón cuando analiza el carácter de cada dios.” (Guillem, 1994:16)
CARACTERÍSTICAS DE LA RELIGIÓN ROMANA
La religión romana carecía de doctrina dogmática y de especulaciones filosóficas. Consistía en pequeñas creencias basadas en la transmisión de los mayores y en la estricta observancia de ritos, ceremonias y actos de culto puramente exteriores.
Los romanos tenían un concepto de sus dioses estrictamente funcional o práctico, para que respondieran a todas las necesidades de su existencia se veían obligados a multiplicarlos y especificarlos. Las emociones y afectos no tenían cabida aunque sí el temor a la cólera de los dioses. Toda la religión estaba reducida a un ceremonial fijado hasta el último detalle y no exento de cierto carácter mágico que obligaba al poder al que iba destinado.
Los dioses eran venerados en tres estamentos: sacra doméstica (familia),sacra gentilicia (gentes) y sacra pública (República). La religión impregnaba de tal modo la vida privada y pública que el fiel se hallaba siempre inmerso en el ámbito de lo divino. Los dioses intervenían en todos los actos y horas de su vida. Para comunicarse con la divinidad el hombre romano utilizaba principalmente la plegaria, el himno, la promesa o el voto, el sacrificio, la ofrenda, el banquete sagrado, las técnicas adivinatorias y los ritos de purificación, agradecimiento o expiación. Sin la comunicación constante con sus dioses, para asegurarse su benevolencia y su amistad, el fiel se sentía perdido. En este sentido se inscribe la gran importancia que los romanos atribuían a los prodigios, fenómenos insólitos interpretados como presagios. El diálogo entre dioses y hombres se entablaba a través de esas manifestaciones.
Los romanos concebían la relación con sus dioses como un tratado bilateral, de su cumplimiento no se podía dudar ya que Júpiter como guardián de los pactos jurados era el garante de la fides romana, una fidelidad a los compromisos que impregnaban el espíritu del hombre romano. Todas las acciones del hombre se iniciaban y concluían en el nombre de dios, nada se emprendía sin consultar la voluntad de los dioses. La pietas o justicia para con los dioses era la observancia escrupulosa de los ritos y de todo lo que les es debido o de su agrado con el fin de predisponerlos a que les correspondan con lo que de ellos esperan. En la sumisión y en la piedad para con los dioses radicaba la causa de la grandeza de Roma.
La oración y el sacrificio eran los dos principios esenciales de toda ceremonia de culto. El sacrificio en el ritual doméstico era incruento, el pater familias ofrecía a sus dioses trigo, fruta y vino. En cambio en el culto público eran cruentos, animales sacrificados mediante ceremonias rígidamente establecidas que se mantuvieron invariables a lo largo de los siglos. Cada divinidad mostraba su predilección por una clase de ofrendas, en circunstancias especiales parece ser que los sacrificios fueron los Suovetaurilla que consistían en la inmolación de un cerdo, una oveja y un toro. Frecuentemente oración y sacrificio iban acompañados de un voto que en realidad era un contrato en el que el fiel exponía claramente a los dioses lo que esperaba de ellos y lo que se comprometía a realizar una vez obtenido lo que deseaba. Se demuestra así el carácter práctico y jurídico con el que se concebía la religión romana.
DIOSES PROTECTORES DE LAS ACTIVIDADES BÉLICAS
Los soldados, que al igual que los generales eran libres de ofrecer sus votos al dios de su mayor devoción, invocaban antes de entrar en batalla a sus dioses, les ofrecían sacrificios, templos, aras, despojos o armas del enemigo vencido. Entre estas divinidades estaban:
Marte
Según la leyenda el padre natural de Rómulo, y por extensión el de todos los romanos. Dios primitivamente agrario que evolucionó por la influencia helénica a Dios de la Guerra. El pueblo romano era militar y fundamentaba su supervivencia en la fuerza de las armas y en la protección de Marte, que además era también el símbolo del genio conquistador de SPQR. En el mes a él consagrado, marzo, se daba inicio a las actividades militares. En el combate favorecía a su pueblo actuando como un legionario perfecto.
Marte está unido a todas las grandes empresas de SPQR, cuando se declaraba la guerra el general movía la lanza que simbolizaba a Marte diciéndole: «¡Mars, vigila!»; porque además era quien proféticamente avisaba cuando se avecinaba algún peligro moviendo las lanzas de la regia –residencia del pontífice máximo- y los escudos de los salios –cofrades religiosos que realizan rituales guerreros. En la batalla, y luego en la victoria, le ofrecían sacrificios y los altares y templos a Martese llenaban de despojos y de armas del enemigo.
Júpiter
Rey de los dioses todopoderoso. El culto que se le rendía era sobre todo político, personificando la idea del Estado. Aunque no era un guerrero, como Marte, asistía al luchador de forma invisible y mágica; a él se le atribuían los presagios obtenidos observando el vuelo de las aves y las “señales” aparecidas en el cielo.
En el templo de Júpiter Capitolino se guardaban los Libros Sibilinos[1], leyes, tratados de paz y diplomas militares, y en él se reunía el Senado cuando se trataba de discutir sobre los asuntos de la guerra. Allí acudían los generales antes de partir de la ciudad para dirigir al ejército y también cuando volvían triunfantes, celebrando la victoria de las armas y adornándose con las insignias del propioJúpiter. Durante esta ceremonia, el general vencedor se convertía en su doble, avanzaba sobre un carro coronado de laurel y vestido de rojo, dotándose así delImperium, el máximo galardón militar y político.
Juno
Diosa principal del pueblo romano. Su culto por los pueblos itálicos, latinos y etruscos se remonta a la más remota antigüedad. Juno formaba parte de la TriadaCapitolina, junto a Júpiter y Minerva, que debían vigilar de manera especial por la salvación de SPQR.
Asumía las tres funciones, reina (esposa y hermana de Júpiter), guerrera y madre (de Minerva), de las viejas ideas indoeuropeas. En su templo los gansos, a ella consagrados, avisaron con sus excitados graznidos del asalto galo a la ciudadela del Capitolio, la fortaleza sagrada, tras la batalla de Allia (387 a. C.)donde se refugió y resistió la población con sus tesoros.
Minerva
Diosa de toda actividad de la mente. Posteriormente se identificó con la Atenea helénica, diosa de la guerra.
Vulcano
Su labor en la guerra estaba relacionada con el fuego devastador que asola el territorio enemigo.
Bellona
Patrona de la guerra. Algunas veces aparecía como compañera-esposa deMarte. Se representaba en el carro del dios con rasgos aterradores evocando la furia; en su mano flameaba una antorcha, con intención de incendiarlo todo, o también una lanza o espada para matar a quien se interpusiera en su camino.
Lares
Eran los dioses domésticos, los genios tutelares de cada casa y familia. Se distinguían muchas especies de lares, entre ellos los que se ocupaban de alejar a los enemigos o de proteger las naves. A los Lares se les atribuyó el que Aníbal se alejara de Roma, considerándoles por tanto defensores de la ciudad y del imperio.
Fauno y Silvano
Dioses con un don profético, a los que se atribuían las voces misteriosas que se escuchaban en el silencio de la noche o dominando el fragor de la batalla ante la proximidad de un grave acontecimiento.
Victoria
Herencia indoeuropea también es el fenómeno de la divinización de cualidades humanas e ideas abstractas como el honor, la gloria, la fortuna, el valor, la fidelidad o la victoria, que fueron objeto de culto en Roma. Los generales ofrecían votos en su honor si vencían y la divinidad nunca podía faltar en los campamentos militares. La Victoria, protectora de SPQR en general, será en el Imperio la divinidad que coronará al emperador triunfante acabando por convertirse en la personificación de la potencia vencedora del emperador. Augusto la declaró divinidad tutelar del nuevo orden de la ciudad con la pretensión de renovar el espíritu guerrero y heroico de ésta. La victoria ha fundado el imperio y élla lo conserva.
Tranquilitas
Divinidad relacionada con Neptuno y con los vientos, representa la calma o la bonanza del mar. Augusto le ofreció un sacrificio cuando en el 36 a.C. disponía su flota para combatir la armada de Sexto Pompeyo.
Castor y Polux
Héroes divinizados que actuaban en las incontables guerras como jinetes al servicio de Roma. Los dioscuros aparecían al frente de la caballería interviniendo para que las arma romanas obtuvieran el triunfo. Eran también protectores de los marineros.
Hércules
Divinidad protectora de las armas y por ello era invocado junto con Marte y la Victoria. Los generales victoriosos le ofrecían un diezmo de sus bienes para garantizar su protección.
Venus
Antes de convertirse, bajo influencia griega, en la diosa de la belleza y del amor, era objeto de n culto propiciatorio. Sila, Pompeyo y Cesar la invocaron para asegurarse su benevolencia. Cesar le prometió un templo antes de la batalla de Farsalia y la convirtió en madre de Eneas, el sobreviviente de la guerra de Troya, que por voluntad de los dioses emigró al Lacio para fundar una dinastía que, por supuesto, era la Julia. Venus, convertida en madre de la dinastía Julia unida a Marte padre de los romanos presidirán eternamente los destinos de la ciudad de Roma.
Salvo contadas excepciones como los templos de Minerva, los Dioscuros o Hércules, que se justifican por la importancia de los servicios prestados a Roma, la mayor parte de los dioses importados no fueron establecidos dentro del Pomerium, recinto místico de la población civil que señalaba los límites de la ciudad. La entrada del ejército en el interior del Pomerium no estaba permitida, por ello muchas fiestas se realizaban en el Campo de Marte, un espacio abierto entre la ciudad y el río Tiber que no estaba incluido dentro de los límites sagrados de la ciudad. En tiempos de Sila este espacio sagrado, y por tanto la prohibición del ejército, se amplió hasta el Rubicón. Cuando Cesar lo cruzó con sus legiones violó este espacio dando inicio a las Guerras Civiles.
Fernando Pescador Barrios
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